10 pistas fuera de ruta para recorrer la isla escapando de lo típico y lo tópico
Hacer turismo en Cuba es todo un lujo: La Habana, las playas… Pero el idioma y la proximidad cultural nos permite escaparnos de lo más típico y tópico para descubrir esos lugares donde viven y disfrutan los cubanos. Estas son algunas ideas para no hacer el turista en Cuba y conocer la isla de verdad, más allá de los estereotipos.
01 Música y santería en Matanzas
La provincia de Matanzas es un buen lugar para conocer la otra Cuba, la verdadera Cuba, lejos de Varadero y de las calles habaneras (maravillosas sí, pero repletas de turistas). Tendremos que olvidarnos de los convencionalismos y las imágenes de postal y descubrir por uno mismo este lugar donde los turistas son escasos: en Colón y Jovellanos nos sorprenderá el fuerte arraigo de la santería; en la desaliñada Matanzas descubriremos lo que ha regalado al mundo la rumba, el danzón y muchos edificios neoclásicos.
Merece la pena detenerse en la capital provincial, que en otros tiempos fue conocida como la Atenas de Cuba. Hoy está muy lejos de aquel brillo, pero se puede disfrutar de la música como en pocos lugares del país. Aquí nacieron dos de las formas musicales cubanas esenciales, el danzón y la rumba, entre el antiguo esplendor de Matanzas y las diversas religiones de origen africano, incluidas Arará, Regla de Ocha (santería) y la secreta hermandad Abakuá. Y hay otros muchos placeres desapercibidos, lejos de los turistas, desde unirse a una espontánea partida de dominó en la plaza Libertad a escuchar cómo tocan el bembé en el barrio de Marina, para rápidamente darse cuenta de que el punto fuerte de esta ciudad es su gente, una población orgullosa y poética.
El mejor lugar para ver actuaciones de rumba callejera en directo es la plaza de la Vigía, fuera del Museo Histórico provincial, a las 16.00 el tercer viernes de cada mes.
Una recomendación más: acercarse a la ciudad de Colón, escondida en el este de la provincia, con impresionantes edificios con columnatas y una de las plazas centrales más bonitas y verdes de Cuba. Un buen lugar para encontrarse con los auténticos cubanos, ajenos a la industria turística.
02 A la última en Santa Clara
¿Dónde se mueven las nuevas tendencias cubanas? Pues en Santa Clara, una ciudad del norte del país donde los cubanos innovadores exploran constantemente las últimas tendencias. Santa Clara es sinónimo de Che Guevara (aunque ni nació, ni vivió, ni murió aquí), ya que liberó la ciudad de las tropas de Batista en 1958, pero mientras que a Varadero van los amantes de la playa y a Trinidad los aficionados a la historia, la polvorienta Santa Clara no se compromete con nadie.
En pleno centro geográfico del país, es una ciudad de nuevas tendencias e insaciable creatividad, donde una joven cultura viene desafiando los límites de la censura durante casi una década. Santa Clara destaca por ser sede del único espectáculo oficial de drags en Cuba, en el club El Mejunje, y del mejor festival de rock del país, el Ciudad Metal, en octubre. La personalidad de la ciudad se ha afirmado a lo largo del tiempo por la presencia de la universidad más prestigiosa del país fuera de La Habana y una larga asociación con el guerrillero argentino.
El centro de la vida progresista de la ciudad está en la Casa de la Ciudad, donde se concentran las exposiciones de arte, los jóvenes creadores locales, las noches de danzón, las actuaciones musicales improvisadas y un museo del cine. Lo mejor es mezclarse con lugareños apasionados de la cultura y averiguar qué mueve a la ciudad menos atractiva de Cuba.
03 Medicina cubana en Baños de Elguea
Los apartados y poco corrientes Baños de Elguea, situados a 136 kilómetros al noroeste de Santa Clara, cerca del límite provincial con Matanzas, conforman un afianzado balneario que presume de tener uno de los elementos más rejuvenecedores de Latinoamérica (o eso dicen). Aquí podremos convivir con los cubanos a la vez que intentamos quitarnos algunos años.
La tradición de acudir a los baños para librarse de los males se remonta a 1860. Según la leyenda local, el propietario de un molino de azúcar, don Francisco Elguea, desterró a un esclavo que había contraído una grave enfermedad cutánea al lugar que hoy se conoce como Baños de Elguea para que no infectara a los demás. Un tiempo después el hombre regresó totalmente curado. Contó que había aliviado su dolencia bañándose en las aguas naturales de la región. Por raro que parezca, su amo le creyó. Se construyeron unos baños de aguas minerales y se inauguró el primer hotel en 1917. Hoy en día, los profesionales médicos utilizan las fuentes de aguas sulfurosas y el barro para tratar irritaciones cutáneas, artritis y reumatismo. Las aguas alcanzan una temperatura de 50 grados y son ricas en bromo, cloro, radón, sodio y azufre.
El Hotel y Spa Elguea, al norte de Corralillo, tiene 139 habitaciones y ofrece diversos tratamientos terapéuticos en un ambiente tranquilo y rodeado de un entorno natural muy agradable.
04 El son de Trinidad
Trinidad lleva la fama de disfrutar de la escena musical más variada y condensada más allá de La Habana. En esta ciudad la música parece salir de todos los rincones, y en gran parte de forma improvisada. Pero si queremos encontrar un ambiente aún más cubano, la opción es acercarnos a Sancti Spíritus, una ciudad también colonial que podría ser una joya cultural pero que ocupa un segundo puesto por detrás de Trinidad, una ventaja para los visitantes que quieren escaparse del bullicio turístico. Aquí nos podemos sentar en un parque a mirar como los niños juegan al beísbol (el deporte nacional) y buscar una casa particular para alojarse. La ciudad, fundada por Diego Velázquez en 1514, ha dado también al mundo algo muy, muy cubano: la guayabera, esa elegante camisa que se viste en ocasiones especiales.
En este país hay música por todas partes y lugares que nos harán sentirnos auténticamente cubanos siguiendo el ritmo, como las Casas de la Trova, locales culturales de las ciudades provinciales donde escucharemos son y boleros; los rituales de rumba callejera en La Habana y Matanzas, con percusión y danza, que evocan el espíritu de los orishas (deidades yoruba). La Tumba Francesa es la opción musical esotérica y en las provincias de Guantánamo y Santiago de Cuba, descubriremos misteriosos grupos de baile folclórico interpretan ritos musicales con una influencia haitiana.
Y sin salir de La Habana, siempre nos queda ir a La Casa de la Música, la opción de moda, uno de los mejores y más concurridos clubes nocturnos de música en directo de Cuba, como indican las colas. Aquí tocan todos los grandes, incluidos Bamboleo y los Van Van. De las dos Casas de Música de la ciudad, esta es un poco más auténtica que su homóloga de Miramar. El precio varía según la orquesta.
05 Un habano en Viñales
Al oeste de la Habana está el valle de Viñales, la principal zona de cultivo de tabaco en Cuba y declarado patrimonio mundial por la Unesco. Una buena forma de empaparse de la vida cubana es pasar unos días en una casa particular, comer uno de los mejores cerdos asados del país, salir de excursión o sentarse en una mecedora en un porche.
El parque nacional de Viñales es uno de los escenarios naturales más espectaculares de Cuba, con sus altísimos pinos, montes de piedra caliza y plácidas plantaciones de tabaco. El Valle del Silencio es la zona más inexplorada y, posiblemente, también la más pintoresca del parque, donde se cultiva la mayor parte del tabaco de la municipalidad. Para entender su nombre basta con sentarse a contemplar la puesta de sol desde una de los porches de las preciosas fincas del valle.
Si queremos ver cómo es una plantación de tabaco en activo no tenemos que ir muy lejos: en los famosos campos de Robaima, en la rica región de Vuelta Abajo, al suroeste de Pinar del Río, está la joya de la corona, la plantación Alejandro Robaima, donde se cultiva tabaco de calidad desde 1845, la mayor parte destinado a la fabricación de los famosos puros Vegas Robainas. Se puede visitar durante todo el año, pero la temporada de cultivo va de octubre a febrero y es la mejor época para hacer un recorrido por la finca.
06 Senderismo en Sancti Spíritus
Lo bueno de los turistas es que casi todos suelen hacer lo mismo. Si nos apartamos unos metros o unos kilómetros de las rutas habituales nos encontramos con todo un país por ver sin cruzarnos con un solo viajero. Es el caso de la Sierra de Jatibonico, unas colinas poco exploradas del norte de la provincia de Sancti Spíritus, en la Cuba Central, accesibles desde la ciudad de Mayajigua.
Esta región, protegida como “zona de recursos gestionados”, es todavía poco frecuentada por viajeros independientes, aunque a veces los grupos organizados sí llegan hasta el lugar. Con una superficie de solo 40 kilómetros cuadrados, comprende la sierra de Meneses-Cueto, una cadena montañosa que cruza el norte de la provincia y actúa como zona de amortiguación para la muy protegida bahía de Buenavista. Igual que en la Sierra Maestra, la historia se entrelaza con la ecología: en 1958 el ejército rebelde de Camilo Cienfuegos instaló aquí su último puesto de mando.
Se pueden organizar caminatas guiadas para visitar lugares como La Solapa de Genaro, recorriendo la sabana tropical hasta un maravilloso conjunto de cascadas y pozas, o alcanzar la Cueva Valdés. El núcleo de las actividades es el Rancho Querete, una estación biológica y restaurante cerca del pueblo de Meneses, al sur de Yaguajay. Hay caminos y diversas excursiones guiadas organizadas por Ecotur, entre ríos, bosques semicaducifolios y una topografía kárstica poco habitual.
Otra propuesta fuera de las rutas habituales, ya en la provincia de Camagüey, es caminar entre aves y árboles extraños en la Sierra del Chorrillo. Aquí podremos vivir experiencias diferentes, como descubrir la serenidad de las tierras altas, pasar unos días en una suntuosa hacienda antigua, darnos un paseo en uno de los mejores caballos de Cuba o realizar una incursión para avistar aves raras y aún más raros árboles petrificados.
La Sierra del Chorrillo es una zona protegida al sureste de la ciudad de Camagüey, con tres cordilleras de colinas bajas. Acurrucada en los prados de las tierras altas está la hacienda La Belén, una bonita granja gestionada como reserva natural. Además de disfrutar de numerosos animales exóticos (no autóctonos), el parque ejerce sobre todo de reserva de aves y es uno de los mejores lugares de Cuba para ver especies poco comunes, como el periquito cubano, el tirano cubano y el vencejo antillano. Otra curiosidad es el bosque petrificado, con tres millones de años de antigüedad y tocones de árboles que ocupan una hectárea.
Para llegar a la sierra del Chorrillo hay que disponer de transporte propio o negociar una tarifa con un taxi desde Camagüey.
07 Bañarnos en playas salvajes
Por supuesto que hay playas a las que no se acerca un turista, muy lejos de Varadero o de los cayos. Por ejemplo,playa de Gibara, al norte de Holguín (al este del país), donde llegó Colón en 1492 bautizándola como Río Mares. Solo equiparable a Baracoa por su agreste entorno, aquí todo parece más salvaje al llegar en barco o a través de pistas llenas de baches, hasta alcanzar estas desoladas playas con nombres como Los Bajos o Caletones, donde también hay sistemas de cuevas para explorar.
También en estas costas septentrionales están playas como Las Tunas, terreno exclusivo de los cubanos de la zona, de las aves marinas y de algún que otro forastero. Casi nadie las conoce, pero todavía existen. Deberíamos ir a disfrutarlas antes de que la amenaza de la construcción de resorts se materialice.
Y mucho más cerca de La Habana, quienes quieran conocer un centro vacacional para cubanos deben ir a playa Jibacoa, en la provincia de Mayabeque, que es el Varadero que nunca fue, o el que está por venir, según se mire. Salpicada por una serie de pequeñas pero espléndidas playas, y con buen submarinismo frente a la orilla, Jibacoa está bordeada de una majestuosa terraza de piedra caliza que da al océano, con excelentes vistas y rutas cortas para hacer por nuestra cuenta. A las familias cubanas les encanta venir a esta zona. En el interior se mantienen pintorescas comunidades agrícolas y diminutas aldeas conectadas por el tren eléctrico Hershey.
08 Santa Cruz del Sur
No hay demasiados turistas que lleguen hasta este rincón de la costa sureste de Cuba, conocido sobre todo porque desapareció completamente del mapa tras un huracán en 1932. Santa Cruz del Sur es un puerto pequero al final de la carretera, con fascinantes monumentos y una preciosa casa.
Es uno de los puntos de partida para visitar los tranquilos cayos de Jardines de la Reina, un bosque de manglares de 120 kilómetros de longitud y una isla de sistema coralino situada 80 kilómetros al sur de la costa de la provincia de Ciego de Ávila y 120 al norte de las islas Caimán. El parque marino, de 3.800 kilómetros cuadrados incluye zonas vírgenes, más o menos intactas, desde la época de Colón.
Merece la pena, pero no es fácil ni barato llegar a los Jardines y muy pocas empresas ofrecen excursiones o navegar por la zona.
Si alguien recorre la carretera central de Cuba para llegar a Baracoa, puede volver, pasando por Holguín, por una ruta menos habitual, auténticamente cubana y apenas transitada. ¿Alguien se preguntó cómo sería la zona más virgen y protegida, por su biodiversidad, de Cuba –el parque nacional Alejandro de Humboldt– si se yuxtapusiera con el lugar más industrial y más feo, como es Moa? Puede averiguarse al recorrer esta carretera bacheada y sin apenas tráfico.
El camino no es fácil y es necesario negociar un taxi o alquilar un coche para recorrer esta costa norte en la que podremos parar, por ejemplo, en Cayo Saetia, un lugar maravilloso con un hotel, playas solitarias y una antigua reserva de caza. Hacia el interior podremos empaparnos del auténtico encanto rural de Cuba en Pinares de Mayarí, en las montañas de la Sierra Cristal, perfecta para hacer excursiones. Muy cerca, se puede parar en el Sitio Histórico de Birán, para ver la sorprendentemente y próspera comunidad agrícola que generó Fidel Castro.
Para no hacer el turista, nada como desprenderse de los tópicos y conocer cómo son y cómo viven realmente los cubanos en el siglo XXI hablando con ellos. Conviene llevarse una buena guía, pero también buena literatura para sumergirse en la Cuba actual, como las entretenidas novelas de Leonardo Padura y su detective habanero, Mario Conde (Tusquets), que nos harán comprender la vida y los problemas que viven cada día los cubanos.
Otra oportunidad la encontraremos en las Casas de la Cultura: hay una en cada capital de provincia y no importa su tamaño, pues concentran la activa vida cultural del país. En estos centros hay de todo, desde música de salsa tradicional hasta innovadoras noches de comedia. Todos los eventos programados se anuncian en carteleras exteriores. Además, muchos teatros, organizaciones e instituciones programan actividades artísticas y culturales gratuitas. Participar de esta vida cultural nos hará un poco más cubanos y un poco menos turistas. Compartir un idioma tiene muchas ventajas.
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